domingo, 15 de junio de 2008

El Túnel del Tiempo

El hecho ocurrió hace unos días, cuando Córdoba por primera vez en el año se preguntaba cuánto iba a durar este invierno. Saliendo de la Biblioteca Mayor, con las manos cargadas de fotocopias y haciendo malabares para acomodarme la bufanda, lo ví. Caminaba por los pasillos de la cuatricentenaria Universidad, sostenido en su lustroso bastón de roble. Se detuvo a las espaldas de la estatua del Deán Funes, y en el momento en que se quitó los anteojos para limpiarlos, decidí acercarme.

– ¿Doctor? – Le pregunté.

– ¿Lo conozco? – Repregunta mientras se coloca nuevamente las gafas.

– No, no, claro que no. Es imposible. Me llamo Agustín y soy un gran admirador suyo.

– ¡No me diga! Encantado entonces. Permítame una pregunta, ¿el tranvía que va a la calle Florida está descompuesto? Porque desde que salí de mi casa no lo he visto y necesito tomarlo.

– No Doctor, verá usted, algunas cosas han cambiado...

Así comenzó mi charla con Enrique Barros, reformista del '18 y primer Presidente de la Federación Universitaria de Córdoba. Le expliqué que los tranvías ya no funcionan más, que ahora tenemos unos parecidos que se llaman trolebuses y que en un principio eran rusos pero que ahora se los compramos a los chinos.

– ¿A los soviéticos? – Preguntó sorprendido.

– Ehmm... la Unión Soviética no existe más, Doctor. Y China practica un comunismo muy 'exclusivo'...

– ¿Exclusivo como el de Tito en Yugoslavia?

Viendo que la charla daba para largo y que era probable de que me quedara con las ganas de preguntarle muchas cosas, lo invité a almorzar. Le ofrecí mi brazo, para que le fuese menos penoso cojear, la marca que dejó la Reforma en su cuerpo. Una por tantas.

– 'Il Papagallo di Bologna' está abierto hasta las 12.30 así que mejor aceleramos el paso – me dijo.

– Mejor vamos a otro lado, ese restaurante lleva casi 40 años cerrado. Y no se preocupe, yo lo llevo en mi auto.

– ¿Y qué hay ahora en donde estaba 'Il Papagallo'?

– Un complejo de oficinas.


Al llegar al estacionamiento de lo que fuera la Escuela Gobernador Olmos, se maravilló con las voitures. Menos mal que estoy aprendiendo francés, sino no me hubiera dado cuenta de que se refería a los autos.

Preguntaba tanto por las prestaciones de mi voiture que decidí llevarlo a la Ciudad Universitaria para que vea la avenida con su nombre. En una esquina apareció, gigante, un afiche que muestra a Jorge 'el Mesías' Agüero sosteniendo una escopeta recortada.

– ¿Y ése quién es?

– Un personaje de la política local. Propone la creación de la República de Córdoba, grupos de autodefensa, amnistía para todos... Un pirucho.

– ¡Ja! Como Badessich, un amigo nuestro que había estado en la Antártida. Él también proponía que la provincia se independizara. Decían que estaba loco. Muchos reformistas lo ayudamos, ¿y sabe cómo le pusimos al partido? Bromo–Sódico. ¿Entiende? Bromo... Sódico.

– Sí entiendo. Pero este de bromista no tiene nada. Defiende represores.

– ¿Represores como el Teniente Coronel Varela, el fusilador de la Patagonia?

– No. Represores como... Bueno mire, mejor se lo cuento otro día. Es insoportable explicarlo.


Terminamos en una trattoria sobre la Cañada. Entre el hambre que traíamos y las ganas de seguir charlando el almuerzo se nos pasó volando. La propuesta no había sido para nada despreciable: unos sorrentinos para él y unos maltagliatti para mí, aunque casi me atraganto cuando me preguntó qué eran los "spaghettis a la putanesca". "Es que los chefs creen que poniéndole un nombre llamativo el plato va a ser más rico" – le dije – y zafé. Con tantas preguntas, ya no me atrevía a hacer una. No fuera a ser cosa que me metiera en un embrollo.

Pero no hubo forma. Preguntó.

– ¿Y la Universidad?

– Ahí anda... Los curas están todos lejos de las aulas.

– ¿También de las aulas que le exigieron a Frondizi a cambio de apoyar su candidatura?

– No, para nada. Tienen más dinero que nunca.

– ¡Cómo puede ser que haya gente que vaya a buscar ciencia a la casa del dogma! ¡Con profesores nombrados a dedo según nobleza de apellido y vínculos eclesiásticos! ¡Y que ese sistema sobreviva bien entrado el siglo XXI!

– Ehmm... Es que eso no es toda la verdad, Doctor. Ese sistema sigue vivo porque a pesar de todas sus falacias, desde el año pasado al menos acá en Córdoba la Católica impuso concursos obligatorios y periódicos. No creo que egresen mejores profesionales, pero por lo menos en eso no tapan el sol con las manos. Y sin problemas de presupuesto, ese sistema se perfila amenazante sobre nuestra Universidad. Al menos en nuestra carrera es así.

– ¿O sea que no hay concursos en la Universidad de Córdoba?

– El 40% de los docentes de Medicina nunca rindió un concurso, y otro 15% lo tiene vencido. En toda la Universidad, menos del 40% de los docentes está en regla. Esa es la cruda verdad.

– Me muero.

– No espere, ahora que preguntó, le voy a contar. Yo con este tema me broto. Medicina tiene dueños, Doctor. Hay gente muy buena y capaz que no está enseñando en la Facultad o que se quiere ir porque unos jurásicos del siglo XIX entre los que descolla el Decano Willington quieren...

– ¿¿¿WILLINGTON??? ¿¿¿EL INGLÉS??? ¿¿¿TODAVÍA ESTÁ VIVO??? ¿¿¿PERO CUÁNTOS AÑOS TIENE YA???

– Y ni se ocupe en buscar aires nuevos en la oposición... Son dos de los Profesores más reaccionarios de toda la Universidad.

– ¿Pero y el cogobierno de los estudiantes?
– preguntó Barros con pena en el garguero.

– Cagobierno. Nada de representatividad y mucho de sectarianismo. Mano de yeso según ordene el Rector. Bah, ahora es Rectora.

– Bueno al menos avanzamos con los derechos de las mujeres.

– Sí. En algo al menos.

– Usted sabe, mi amigo Deodoro Roca creía a muerte en la juventud. Decía que "vive siempre en trance de heroísmo"
– dijo mitad sereno mitad desahuciado.

– Hoy está desmotivada, Doctor. A veces no sabemos ni para dónde agarrar.

– Parece que los que sí saben dónde agarrar son algunos profesores.


Bebo el último sorbo de café mientras el Doctor apoya las palmas de sus manos una sobre otra en el cayado del bastón y mira hacia el suelo. A nuestra izquierda, la Cañada hace pesada la siesta cordobesa.

– Venga Doctor, lo llevo a su casa.

– No hijo, deje. Prefiero estar solo. Es que, más allá de lo que usted crea, algunas cosas no cambian nunca.


Lo ví alejarse, meláncólicamente, por Santa Rosa, hacia la insignia de las luchas obrero–estudiantiles. Me quedé mirándolo un rato largo, con un dejo de tristeza por ese héroe que se iba y que no volvería a ver. Hubiese deseado que nuestra charla fuese distinta, pero fue imposible. Menos mal que me contuve y no le dije nada de la Ley de Educación Superior, del cupo, del nepotismo.

Un día como hoy, pero hace 90 años, Enrique Barros y otros 82 estudiantes más iniciaban el paro universitario que daría paso a la Reforma. No parece.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno el encuentro... La próxima vez que te cruces alguien así, llamame al celular y me prendo al almuerzo.

Un abrazo,

Horacio
de Radio Tosco

Anónimo dijo...

muy emotivo, pero que bueno estaria que volvieran todos juntos...
me anoto en el almuerzo tambien!

San Gordelius dijo...

No se preocupen yo los llamo.

Los otros días pasé por Jesús María y me lo encontré a Facundo Quiroga comiendo un asado en un piquete.

"Viva la Patria Sojera! Mueran los Salvajes Unitarios!" Me gritó.

No entendí ni bosta.

Pero bué, se ve que el Tigre se adaptó mejor a este siglo que Don Barros.

Saludos y gracias por darse una vuelta!