El pasado 11 de Abril se cumplieron 51 años de la vez en que Argentina se convirtió en el cuarto país del mundo en poner un ser vivo en el espacio. Ese día, un Héroe de la Patria, seleccionado tras una rigurosa serie de pruebas y estudios fisiológicos, llegó más alto que cualquier otro argentino en la Historia. Ese mojón moral de la ciencia de nuestro país, ese prócer, se llamaba Belisario. El Ratón Belisario.
Diez años después de que la URSS pusiera en órbita a Laika la Perra y los EEUU hicieran lo propio con Sam el Mono, Belisario el Ratón despegó ese día de 1967 de la Escuela de Tropas Aerotransportadas de Córdoba y se elevó a más de 20 km de altura a la velocidad de 2850 km/h. Luego de tan sólo un minuto de viaje Belisario aterrizó, y fue recogido por un helicóptero de la Fuerza Aérea. Visiblemente nervioso, nuestro ídolo había perdido 8 gramos de peso durante el viaje.
Distinta suerte tuvo su camarada y compañero de promoción Celedonio, quien despegó de Chamical el 19 de Mayo de ese mismo año y se convirtió en la primera víctima fatal de la carrera espacial argentina. La cápsula Orión II que lo transportaba se desprendió defectuosamente del cohete propulsor y el paracaídas se enredó en el motor, provocando que la misma impactara violentamente contra la superficie lo cual causó la muerte instantánea de su tripulante.
El astroroedor Belisario tuvo una larga descendencia que a fines del año en que su proeza lo catapultó a la posteridad ya contaba con siete camadas de hijos e hijas, y todos se desarrollaron con total normalidad.
Convertido ya en leyenda, falleció al año siguiente, y los técnicos dependientes de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CoNAE) y de la Fuerza Aérea Argentina decidieron que su cuerpo fuese embalsamado y colocado dentro de la cápsula Orión II en que realizó su viaje monumental.
Hoy, los argentinos podemos rendirle homenaje en el Museo Universitario de Tecnología Espacial de Córdoba, situado a pocos metros del punto desde el cual despegó la historia de Belisario, el primer astronauta argentino.
Desafiante, minutos antes de despegar
Diez años después de que la URSS pusiera en órbita a Laika la Perra y los EEUU hicieran lo propio con Sam el Mono, Belisario el Ratón despegó ese día de 1967 de la Escuela de Tropas Aerotransportadas de Córdoba y se elevó a más de 20 km de altura a la velocidad de 2850 km/h. Luego de tan sólo un minuto de viaje Belisario aterrizó, y fue recogido por un helicóptero de la Fuerza Aérea. Visiblemente nervioso, nuestro ídolo había perdido 8 gramos de peso durante el viaje.
El héroe, extenuado tras el viaje
Distinta suerte tuvo su camarada y compañero de promoción Celedonio, quien despegó de Chamical el 19 de Mayo de ese mismo año y se convirtió en la primera víctima fatal de la carrera espacial argentina. La cápsula Orión II que lo transportaba se desprendió defectuosamente del cohete propulsor y el paracaídas se enredó en el motor, provocando que la misma impactara violentamente contra la superficie lo cual causó la muerte instantánea de su tripulante.
El astroroedor Belisario tuvo una larga descendencia que a fines del año en que su proeza lo catapultó a la posteridad ya contaba con siete camadas de hijos e hijas, y todos se desarrollaron con total normalidad.
Convertido ya en leyenda, falleció al año siguiente, y los técnicos dependientes de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CoNAE) y de la Fuerza Aérea Argentina decidieron que su cuerpo fuese embalsamado y colocado dentro de la cápsula Orión II en que realizó su viaje monumental.
Hoy, los argentinos podemos rendirle homenaje en el Museo Universitario de Tecnología Espacial de Córdoba, situado a pocos metros del punto desde el cual despegó la historia de Belisario, el primer astronauta argentino.
1 comentario:
Belisario! Me enterneció el ratón!
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