¿Es posible, para aquellos que nacimos en los años de la dictadura, hablar de 'nuestra generación'? El debate surgió a partir del análisis del conflicto rural, y de la manera en que aquellos que nacieron antes que nosotros plantearon la negociación: extorsionando, apretando, a los gritos, a las trompadas.
La generación de nuestros padres no nació ni vivió bajo gobiernos democráticamente electos. De hecho hasta las elecciones de entonces eran ilegítimas (considerando que un partido estaba proscripto). En aquel entonces, o eras peronista o eras 'contrera'. Nuestros padres son de la generación del país partido en dos.
Pero, más allá del rasgo ademocrático de aquella generación, la estructura económica y social de aquel entonces permitía que el hijo del obrero y el hijo del terrateniente se sentaran lado a lado en los bancos de la escuela. En 1974 el 10% más pobre de nuestro país ganaba 12 veces menos que el 10% más rico. Hoy, los ricos ganan 30 veces más que los pobres (truco estadístico, en el 10% más rico están Macri, la Sociedad Rural y Ernestina de Noble igual que una familia de profesionales de clase media alta).
Por eso creo yo que en el caso de nuestros padres es más facil hablar de una generación. Simplemente porque fueron jóvenes en una sociedad más homogénea.
Si a las generaciones las marca un hecho histórico, a nuestros abuelos los marcó Perón, a nuestros padres la dictadura (aunque no se hayan dado cuenta) y a nosotros la crisis del 2001. "Somos hijos del Proceso", dijo uno en la mesa. Y una palabra de esa frase nos permitió continuar hacia la conclusión: no somos HIJOS. A los padres de los que estábamos ahí sentados no los habían detenido, ni mucho menos torturado o desaparecido en aquellos años. Ni éramos bebés robados y apropiados viviendo bajo una identidad ficticia (aunque una parte de ella era lo que estábamos buscando con nuestro debate). Tampoco éramos de los miles que llenaron aviones de Iberia con pasaje a Madrid, y sólo algunos tramitamos la ciudadanía europea, pero sin intenciones ciertas de emigrar.
Y sin embargo nuestra generación es también la generación de los hijos de los desaparecidos (que permanecen en esa disnomia hasta tanto no recuperen su nombre), la generación de los exiliados de un sistema brutalmente excluyente, la del desempleo, la droga, el alcohol, la muerte en las rutas. Somos hijos de la desigualdad. Por eso me cuesta tanto decir 'mi generación' sin creer que estoy generalizando condiciones que merecen un trato particular. Prefiero hablar de 'aquellos con los que comparto la misma circunstancia cronológica de nacimiento'.
Y si a una generación la define lo que genera, pues entonces la generación de nuestros padres no supo generar un país como el que decían querer: un país más justo. En cambio si pudieron, con sus métodos y sus estructuras, generar una sociedad en guerra con los más jóvenes. Porque las Fuerzas Armadas murieron como partido político en 1983, y sin embargo desde entonces todo sigue igual.
La generación de nuestros padres no nació ni vivió bajo gobiernos democráticamente electos. De hecho hasta las elecciones de entonces eran ilegítimas (considerando que un partido estaba proscripto). En aquel entonces, o eras peronista o eras 'contrera'. Nuestros padres son de la generación del país partido en dos.
Pero, más allá del rasgo ademocrático de aquella generación, la estructura económica y social de aquel entonces permitía que el hijo del obrero y el hijo del terrateniente se sentaran lado a lado en los bancos de la escuela. En 1974 el 10% más pobre de nuestro país ganaba 12 veces menos que el 10% más rico. Hoy, los ricos ganan 30 veces más que los pobres (truco estadístico, en el 10% más rico están Macri, la Sociedad Rural y Ernestina de Noble igual que una familia de profesionales de clase media alta).
Por eso creo yo que en el caso de nuestros padres es más facil hablar de una generación. Simplemente porque fueron jóvenes en una sociedad más homogénea.
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Si a las generaciones las marca un hecho histórico, a nuestros abuelos los marcó Perón, a nuestros padres la dictadura (aunque no se hayan dado cuenta) y a nosotros la crisis del 2001. "Somos hijos del Proceso", dijo uno en la mesa. Y una palabra de esa frase nos permitió continuar hacia la conclusión: no somos HIJOS. A los padres de los que estábamos ahí sentados no los habían detenido, ni mucho menos torturado o desaparecido en aquellos años. Ni éramos bebés robados y apropiados viviendo bajo una identidad ficticia (aunque una parte de ella era lo que estábamos buscando con nuestro debate). Tampoco éramos de los miles que llenaron aviones de Iberia con pasaje a Madrid, y sólo algunos tramitamos la ciudadanía europea, pero sin intenciones ciertas de emigrar.
Y sin embargo nuestra generación es también la generación de los hijos de los desaparecidos (que permanecen en esa disnomia hasta tanto no recuperen su nombre), la generación de los exiliados de un sistema brutalmente excluyente, la del desempleo, la droga, el alcohol, la muerte en las rutas. Somos hijos de la desigualdad. Por eso me cuesta tanto decir 'mi generación' sin creer que estoy generalizando condiciones que merecen un trato particular. Prefiero hablar de 'aquellos con los que comparto la misma circunstancia cronológica de nacimiento'.
Y si a una generación la define lo que genera, pues entonces la generación de nuestros padres no supo generar un país como el que decían querer: un país más justo. En cambio si pudieron, con sus métodos y sus estructuras, generar una sociedad en guerra con los más jóvenes. Porque las Fuerzas Armadas murieron como partido político en 1983, y sin embargo desde entonces todo sigue igual.
* El título hace referencia al tema 'My Generation' del grupo británico 'The Who' (1965).
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