Arthur Schopenhauer, el filósofo pesimista, dijo que "en la música todos los sentimientos vuelven a su estado puro". Debo confesar –por si nunca más lo hago– que nunca una melodía, ni siquiera un tema de Sepultura o de Judas Priest me incitó a la violencia contra otra persona. Estimo que debe ser porque el sentimiento más puro (ese que inspira la música según Schopenhauer) es el mismísimo instinto de supervivencia de la especie humana.
Daniel Barenboim es un hijo de emigrantes judíos de origen ruso que en 1942 tuvo la suerte de nacer en Buenos Aires y no en la tierra de sus padres, que en ese momento era devastada por la invasión nazi y la locura del Holocausto, el genocidio ejecutado al compás de las obras de Wagner.
Cuando tenía 9 años su familia emigró al joven Estado de Israel, justo entre la guerra de 1948 y la de 1956. Fue en medio de ese deseo colectivo de muerte y desprecio que Daniel eligió otro camino: el de la música, el arte de los sonidos que hablan sin palabras.
Y fue caminando el camino de la música que con los años llegó a ser guía. Y así desde hace mucho tiempo se dedica a mostrarle ese camino a otros.
Junto al intelectual palestino Edward Said fundó la Orquesta del Diván Este-Oeste, compuesta por jóvenes israelíes y palestinos, todos unidos por la misma pasión. El taller de la orquesta se encuentra en Andalucía, la antigua Al-Andalus donde por siete siglos convivieron árabes, judíos y cristianos. La misma convivencia que personifica Daniel: nació en Argentina, se nacionalizó español e israelí, y Palestina lo honró con la ciudadanía honorífica.
Y está convencido de que hay que derribar muros y no construirlos. Su acto más polémico ocurrió en 2001, cuando dirigiendo a la orquesta Staatskapelle de Berlín en Israel le preguntó al público si querían escuchar algo de Wagner. Muchos protestaron, se levantaron y hasta lo tildaron de nazi. Pero él sólo hacía música, y la mayoría lo aplaudió. Al fin y al cabo, a pesar de su antisemitismo, había que darle una oportunidad a Wagner: él murió mucho antes de que Hitler naciera.
Este año Barenboim fue invitado al tradicional concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena, el cual siempre cierra con la Marcha Radetzky, durante la cual el director se pone de espaldas a los músicos y dirige las palmas del público. Su desempeño fue memorable. Carismático, simple, alegre. Toda una metáfora: un director judío dirigiendo a la orquesta que los nazis quisieron disolver en 1938.
Veinticuatro horas antes, había escrito una carta en la cual condenaba el uso de violencia en el conflicto árabe israelí, el cual "no tiene solución militar".
Schopenhauer también era antisemita. ¿Qué sentimientos le hubiera inspirado la música de Daniel?
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